lunes, 1 de septiembre de 2008

Those were the days...


Primer Rescate Hemerográfico-Musical: Nada mal. Empezar a degustar del rock, ahora, a través de la lectura. Un auténtico placer multiplicado. No lo hubiese imaginado. Pero era cierto. Días en los que conseguir material de lectura relacionados con dicho tema musical, el rock, era – verdaderamente –difícil. Comenzaba, así, la travesía en la que habrían se imbricarse dos placeres que a la fecha prevalecen. Sé que parece una praxis harto común. Puede ser. Pero cuando se tienen escasos diecitantos años, adquiere connotaciones de verdadera proeza.

He de reconocerlo, para entonces ya degustaba yo del placer de transcribir mis propios textos (¡programas especiales de rock grabados en formato de casete!). Nada de ello me desesperaba. Al contrario, con ello encontraba el placer de poder corregir mi, para entonces, nada buena ortografía/redacción.

Las revistas “clásicas” de la época eran Conecte y Sonido. Aparentemente, nada ni nadie las movería del lugar que, merecidamente, ocupaban. No conocía, ni por asomo, el prejuicio acerca de una u otra fuente. Buscaba, simplemente, ampliar mi conocimiento en la materia favorita de mi vida: la MÚSICA DE ROCK.

Con el paso del tiempo llegarían más fuentes hemerográficas. Romántico per se, nunca supuse que con ese primer ejemplar en mis manos se gestaría el comienzo de una colección de revistas que habrían de ir y venir hasta que ellas, o mi presupuesto, lo decidieran.

Hoy me parece justo, entonces, reconocer – desde este humilde blog – a ese primer ejemplar que tuvo en su haber el marcarme como ávido lector de cuanta revista del género se atravesara en mi camino. De hecho, seguro estoy que esta aventura tiene aún mucha tinta por agregar.

La publicación surge a principios de los años 80. Tenía el nombre de Acústica (Otro punto de vista en el Rock). La dirigía el buen Antonio Malacara Palacios. Era de carácter quincenal. Su primer número estaba fechado el día 16 de agosto de 1982. (Últimos días del lopezportillismo y un inminente arranque del delamadridismo). No era cara, según yo. Costaba 25 pesos de aquéllos días. Los ires y venires rumbo a la escuela me permitieron acumular cierto capital para adquirirla. (Las suelas de mis zapatos podrían dar constancia plena de esta última declaración).

Al no ser una revista de “moda”, con los artistas en auge de dicha época, era predecible que no pocos contemporáneos manifestaran su extrañamiento acerca de mis adquisiciones hemerográficamente rockeras. Estoico, aguanté todo tipo de burlas. No fueron pocas, por cierto. ¿Leer acerca de rock? Más que una pregunta, significaba, en realidad, la forma más común de agredir a quien esto escribe. Inútil encontrar eco con alguien de la secundaria. Tal cual lo señala el buen Ray Davies, empecé a sentirme un auténtico “Misfit”.

En su primer ejemplar, la revista Acústica abría con un artículo dedicado al nuevo romanticismo. En la página 4: editorial y cartones, respectivamente. Directorio y festivales, página 6. El plato fuerte, desde la página 7 hasta la 10: la portada principal. En la página 11 me aguardaba una sorpresa magna: por primera vez tenía ante mis ojos una discografía que, para mis cada vez más desproporcionados ojos, era primicia entre las primicias. Descubría yo, portadas de discos LP que difícilmente imaginaría en otras circunstancias. No era todo. Ante mi mirada cada vez más atónita estaba por aparecer – con texto e imágenes – información acerca del, para entonces, tan mítico - en cuanto a su existencia- rock nacional. Iba yo de sorpresa en sorpresa. Todo hasta ahí era, verdaderamente, un auténtico deleite. Pero, por si creyese que ya lo había visto/leído todo, estaba equivocado. Me faltaba, aun, llegar a la sección de reseñas críticas de LPs de la época. Para un neófito declarado – tal y como lo era yo en aquellos días – encontrarme ante el desglose de una producción musical conocida y/o desconocida resultaba ser un auténtico parteaguas. Nada sería igual desde entonces… Acústica, empero, no me acompañaría mucho tiempo en mis devenires.

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