martes, 19 de agosto de 2008

Disculpe usted (II)

Cuando iba a tocarle la rodilla, ella ya no estaba en su sitio.
_ ¿No vio a dónde se fue la mujer que me acompañaba? – pregunté a un señor sentado frente a mí.
Leía una historia, el señor.
_Usted subió solo – dijo secamente.
Volteé hacia el otro asiento. Estaba una señorita.
_De casualidad, ¿usted vio hacia dónde se fue la muer que me acompañaba? – pregunté.
Me levanté. La próxima estación del Metro era División del Norte. Miré con discreción alrededor mío. Varias personas cuchicheaban a mis espaldas. Sonreían quedito. Un niño me señalaba con el dedo. Llegamos al andén. Al abrirse las puertas, ella subía.




_ ¿Cómo pudiste bajar antes que yo? – la interrogué.
Pero no hizo caso.
_ ¿Por qué me dejas hablando solo? – grité.
Las puertas se cerraron. Y yo no estaba afuera del vagón, mirándola con reproches.
_ ¡No puedes enfermarme de ese modo! – grité.
El Metro empezó a avanzar. Yo corrí tras él. Ella sonreía mirando mi carrera.
Me fui a dar de lleno contra la pared, mientras el Metro se metía al oscuro túnel.
Recobré el conocimiento horas después.




Texto que forma parte del libro de Víctor Roura: La ira de Dios es mayor, Ediciones Del Gallito/Ponciano Arriaga, Giros Negros, 1996.

No hay comentarios: