"Gabriel García Márquez y Carlos Monsiváis han
insistido en que la poesía fue derrocada, perdió el sitio central que tuvo en
nuestras sociedades y por lo tanto en nuestras vidas. No estoy seguro de esta
afirmación. Hallo por todas partes datos contradictorios. De un lado está, por
ejemplo, el fenómeno de masas que fue en 1919 el entierro apoteósico de Amado
Nervo. Del otro, el hecho incontrovertible de que libros tan influyentes como
Cantos de vida y esperanza (1905) de Rubén Darío no alcanzaron tiradas de más
de quinientos ejemplares.
"Puede ser que el libro era, como lo es hoy, la base
pero no el medio esencial de difusión. Los periódicos reproducían poemas en sitios
que poco a poco fue llenando la publicidad. A falta de discos, radio,
televisión e internet, en las reuniones se tocaba el piano y se declamaba. En
las ceremonias se leían poemas alusivos. En las escuelas se practicaba la
declamación.
"Aquí me declaro culpable de haber contribuido desde
mi insignificancia a su destierro. Como todos, hice de mis ineptitudes mi dogma
y mi doctrina. No tuve talento para declamar, por tanto la juzgué una actividad
pomposa y cursi. Puede ser, pero lo cierto es que la declamación nos enseñaba a
hablar y a pronunciar bien, daba el gusto por la lengua materna y el placer por
su sentido rítmico y nos proporcionaba un vocabulario no tan restringido como
el de nuestro 'Basic Spanish', las doscientas o trescientas palabras con que
hoy todos nos comunicamos."
—José Emilio Pacheco, fragmento de "Ovidio en el
iPod".
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