Dos o tres veces,
así cae la gota de la luna,
como una lenta reyerta
que clava en tu pecho
sus ojos blancos y afilados.
Estas hecha de luz
y resbalas por la cintura
tan inquieta, que el agua
deja una llama de papel.
Por eso escribo incendios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario