El 3 de julio de 1966 los Beatles llegaron a Manila con las escenas
habituales de histeria.
Pero empezaron a pasar cosas extrañas: el ejército se encargó de llevarles no a
sus hoteles, sino a un yate para que su dueño pudiera presumir, en medio de una
gran fiesta, de ser su anfitrión. Algo que a ellos no les agradaría del todo.
Pero lo peor llegaría al día siguiente.
Brian Epstein declinó una invitación de Imelda Marcos a
una recepción a la que había convocado a los hijos de toda la clase pudiente
filipina, con la excusa de que los cuatro muchachos tenían que descansar hasta
la hora del concierto. La mujer del dictador se quedó con las ganas. Aquello se
tomó como una ofensa nacional. A las puertas del hotel se juntaban los fans con
los que acudían a insultar a los Beatles.
El 6 de julio tuvieron que dirigirse
sin escolta al aeropuerto, donde volvían a verse rodeados por filipinos
ofendidos que arrojaban todo tipo de objetos contra ellos, junto a los seguidores
de la banda intentando llevarse algún recuerdo de la vestimenta de estos. Por
lo visto, Paul fue el único que tuvo la habilidad y la velocidad de piernas
suficiente como para librarse de algún puñetazo. Antes de partir el avión, un
agente de la Oficina de Impuestos exigió a Brian 50% de los beneficios de los
dos conciertos dados.
Tras esta experiencia, los Beatles decidieron que se
acabaría lo referente a dar conciertos. Desde entonces, se recluyeron en el
estudio de grabación.
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