La Catrina impresionada
por la feria del libro
paseaba,
a un anciano ella merodeaba
que leía sin importarle nada.
El anciano le pidió por favor
que terminar su libro lo
dejara,
que un libro ella hojeara
y entendiera su profundo amor.
La muerte empezó a leer
avorazada
novelas, cuentos sin orden ni
razón,
poesías que te llegan al
corazón,
con cada libro, más asombrada.
Al anciano dejo, muy
agradecida,
por mostrarle el remedio a los
males,
porque leer a los autores
inmortales
es darle mas vida a la vida.
Francisco Manuel Rivera
Figueroa
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