Sé que la poesía no me dará
para un auto, ni para
siquiera una cena en un lujoso
restorán;
estas líneas de palabras son
cicatrices que a veces
sangran, más las del suturado corazón.
La poesía la recojo de las
calles, los psiquiátricos;
del babeo de la mujer borracha
y desnuda, cadavérica.
Sé que la poesía de algunos es
premiada, leída en grandes
salones que respiran al
unísono, que es aplaudida y
reverenciada. Pero la
reverencia más hermosa y contundente
fue la que me otorgó la muerte
cuando nací.
José Cruz
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