Le odiamos. La sexualidad pierde su fuerza y su magia
cuando se hace explícita,
automática, exagerada, cuando se convierte en una obsesión mecánica. Llega a ser aburrida. Usted nos ha
enseñado mejor que nadie lo erróneo que es no combinarla con la emoción, la
sed, el deseo, la lujuria, los antojos, los caprichos, los lazos personales,
las relaciones más profundas, que cambian su color, su sabor, sus ritmos y sus intensidades.
No sabe usted lo que se pierde
con su análisis microscópico de la actividad
sexual y la exclusión de todo lo demás, sin el combustible que la enciende:
lo intelectual, lo imaginativo, lo romántico, lo emotivo.
Es todo esto lo que da a la sexualidad sus sorprendentes texturas, sus sutiles
transformaciones, sus elementos afrodisiacos. Usted reduce el mundo de sus
sensaciones. Lo está marchitando, lo hace pasar sed, lo deja sin sangre...
No hay dos pieles que tengan la misma textura, nunca hay la misma
luz, ni la misma temperatura ni las mismas sombras, ni tampoco el mismo gesto;
porque el amante, cuando está
encendido por un verdadero amor, puede recorrer la interminable historia de
tantos siglos de cuentos de amor. Una enorme gama, enormes cambios de época,
variaciones de madurez e inocencia, perversidad y arte, animales graciosos y
naturales.
Anaïs Nin
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